La electrificación está transformando nuestros sistemas energéticos. Sus ventajas son cada vez más evidentes. Pero a veces es difícil apreciar la contribución de toda su cadena de valor. Las redes son un claro ejemplo: detrás de cada interruptor hay infraestructuras digitalizadas y dotadas de inteligencia artificial que nos dan eficiencia energética, integran energías renovables distribuidas, permiten reponer el servicio con rapidez en las condiciones más extremas y nos acercan al autoconsumo o la movilidad eléctrica.
Cada vez más voces defienden su importancia: la Agencia Internacional de la Energía pide multiplicar por tres las inversiones actuales. Y la Comisión Europea ha lanzado un plan de acción para acelerar su expansión, como indicó su vicepresidente en un panel que compartí con él en la reciente Cumbre del Clima. Para España esto supone una gran oportunidad: contamos con recursos renovables y un tejido industrial puntero, concentrado en Euskadi, capaz de generar actividad y empleo. Pero necesitamos marcos predecibles y atractivos para facilitar el desarrollo de nuevas infraestructuras.
Las empresas estamos preparadas. En Iberdrola operamos 1,3 millones de kilómetros de líneas en todo el mundo y damos servicio a 100 millones de personas. Contamos en Bilbao con el Smart Grids Innovation Hub, centro de referencia mundial en redes inteligentes. Y las redes serán el principal destino de los más de 40.000 millones de euros de inversión de nuestro plan 2023-2025. Hay consenso sobre la necesidad de invertir y las oportunidades que ello genera, y tenemos la tecnología, el talento y la capacidad financiera.
Evitemos que la falta de agilidad nos impida aprovecharlas.